La Capilla de la familia Ambroggio
Allá
quedaba la patria amada, la tierra que los viera nacer y criarse en el seno de
la familia unida y laboriosa. Los Ambroggio provenían de la provincia de Cuneo
en la región del Piemonte. Allí dieron el adiós desgarrado a sus parientes.
Ignacio Ambroggio nacido en 1845 y Catalina Seravalle, de 1852, contrajeron
matrimonio en aquella tierra lejana. La Argentina los recibió a ellos y a sus cinco
hijos: Alfredo, Bautista, Santiago, Guillermo y Teresa. ¿Por qué debieron
despedirse tristemente de Bartolo e Inés, sus otros dos hijos, quienes quedaron
en Italia en ese momento, para embarcarse un año después, en compañía de un
tío? Porque los hermanitos padecían de cólera y las autoridades sanitarias italianas
no les permitieron viajar. Doble dolor para emprender el viaje. En Argentina,
provincia de Santa Fe, allá por 1856 con la fundación de Esperanza, el proceso
inmigratorio fue sembrando extranjeros en esta tierra fértil y desolada. Si
bien puede asegurarse que el antecesor inmediato de los primeros colonizadores
fue el indio, a la llegada de las primeras familias a éstas colonias, ya no
pueden establecerse datos de la presencia del mismo. En 1892, mediante la
transferencia del dominio de la tierra que formaban la colonia “Ernesto García”
a los Sres. Juan Stoesel y Alberto Hugentobler, la región recibió el nombre de
este último: Colonia Hugentobler. Aquí, los Ambroggio vivieron unos años,
primero en la Colonia Sunchales y luego compraron campo en Colonia Hugentobler,
donde se radicaron para cumplir con su destino. La lucha era desigual, los
inmigrantes contaban con pocos recursos para trabajar la tierra y arrancar de
ellas frutos, y las calamidades de la naturaleza golpeaban sus fuerzas con
frecuencia: lluvias excesivas, sequias interminables, las temidas langostas que
se comían todo… Sin embargo el espíritu de los abuelos se sobreponía a cada
dificultad. Los embargaba el deseo de lograr un bienestar que en sus tierras de
origen se les había negado y los había impulsado a buscar nuevos horizontes
para ellos y las generaciones que vendrían. La necesidad espiritual de contar
en las cercanías con un lugar dedicado a la oración hizo que el abuelo Ignacio
pensara en construir una capilla y así lo hizo en el 1900. La colocó bajo la
protección de San Ignacio de Loyola, seguramente porque de allí provenía su
nombre. Más tarde se construyó un galpón al lado de la misma donde los niños
iban a aprender, simiente de la actual escuela Nº 626 llamada comúnmente “Campo
Ambroggio” y que continúa convocando y educando a los niños de la Colonia. Hoy,
más de cien años después, la capilla San Ignacio de Loyola, continua erguida y
majestuosa en el medio del campo Ambroggio.
La Familia Ambroggio posa frente a la Capilla San Ignacio de Loyola construída por Ignacio Ambroggio en 1900 |
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