Mis
abuelos, inmigrantes italianos
Por
Stefanía Di Monte
Mis
abuelos italianos, Ubaldo Di Monte y Pasqualina Capista, nacidos en la Región
del Abruzzo (hermoso pueblo de los Apeninos llamado Caramanico Terme) llegaron
al Puerto de Buenos Aires en el año 1949, con su hija mayor Rita. En la segunda
guerra mundial ellos vivieron todas las penurias imaginables y las que no se
pueden imaginar. En Italia eran "contadini", campesinos honestos pero
muy humildes, nacieron y crecieron en un régimen de reinado donde había rey,
príncipes, una casta de nobles, los burgueses y un pueblo casi ignorado para
poder educarse y progresar. Eran de familia numerosa, cada uno tenía siete
hermanos. La causa principal por la que vinieron a la Argentina, fue la extrema
miseria y pobreza en que quedó sumergida Italia luego de 6 cruentos años de
guerra, a punto tal que su primer hija falleció a los 6 meses de vida por falta
de medicación y atención hospitalaria. Ellos eligieron Argentina porque en esa
época nuestro gobierno implementó un intensivo plan de inmigración, ofreciendo
el traslado en barco sin cargo. Primero vino mi abuelo en el mes de marzo de
1949 junto a otros seis o siete italianos de su pueblo, sin saber nada de nada
de Argentina y sin tener ningún pariente ni amigo. Cuando llegó al puerto y al
no tener destino fijo, lo alojaron en el famoso Hotel de los Inmigrantes ,
mientras tanto el M.O.P. (Ministerio de Obras Públicas) los contrataba para
construir el murallón de la costanera, el mismo que hoy viste la ciudad de Bs.
As. al lado de los famosos restaurantes. A los pocos días, una empresa
constructora lo contrata junto a sus seis coterráneos para realizar un barrio
de viviendas en Villa Mercedes (San Luís). Allí se dirigen en tren y aprecian
por primera vez lo que es la pampa argentina con sus grandes extensiones sin
habitar, sin que nadie las trabaje y por supuesto quedaron maravillados. Es
allí, donde él y los demás se animan a llamar a sus respectivas esposas e
hijos, porque luego de seis meses, la empresa gana una licitación para
construir una escuela en Estación Luxardo, aldea distante 15 Km de San
Fracisco, por lo tanto tenían trabajo asegurado. En Agosto de 1949 llega al
puerto mi abuela junto a mi tía de tan solo dos años y todas las otras esposas
con sus hijos, que eran muchos. Contaba mi abuela que esa travesía fue un verdadero
calvario porque el barco estuvo a punto de hundirse. Gran angustia la de mi
nona cuando desde el puerto de Bs.As. la llevan en tren hasta Luxardo y la
alojan en una casa con piso de tierra, sin luz y ni agua corriente. Mi abuelo
le daba coraje y le decía que tuviera paciencia que acá en Argentina había
muchas posibilidades de progresar, tener una familia y hacer estudiar a sus
hijos. En mayo de 1950, a los nueve meses de haber llegado mi abuela, nace mi
padre Antonio, gran alegría por ser el primer hijo varón argentino. Terminan de
construir el colegio y se dirigen a San Francisco a comprar un lote, a la vez
que comienzan a remitirles dinero a sus padres y hermanos, los pocos pesos que
le quedaban de ahorro sobre lo ganado. Mientras tanto alquilaron una vivienda y
durante el día trabajaban de albañiles haciendo obras para terceros y durante
la noche construían su casa con los "petromax” (soles de noche a
kerosene). Sábados y domingos pasaban con sus esposas haciendo mezcla, poco a
poco, mientras algunos vecinos se reían de su "gringuez", fueron
construyendo la casa de sus pensamientos. Argentina les dio la posibilidad de
tener una familia como ellos habían pensado. Tuvieron cinco hijos, los educaron
en escuelas públicas, los enviaron a universidades estatales, dos son médicos,
todos se casaron y tuvieron 18 nietos (uno de ellos soy yo). Nos enseñaron a
comportarnos como ellos, a respetar su escala de valores, la que privilegia la
honestidad, el trabajo, el amor a la familia, el respeto a los mayores, respeto
a la palabra empeñada, el amor a la tierra y la valoración de las cosas
conseguidas con sacrificio.