Cuento y Poema desde Freyre
Por Ismelda Cardo de Maranzana
La Abuela
-¡Abuela! ¡Abuela, contame esa historia!
-¡¡¡Espera!!! Voy a encender la cocina de leña y
vuelvo…
-Abuela, ¿ya estás?
-Sí, la encendí. Las brasas pronto comenzarán a
calentar el agua y tendré que llamar a los muchachos porque, como te conté,
fundaron una escuela aquí, en el pueblo. ¡¡Somos trescientos habitantes y
tenemos escuela con monjitas y todo!! Los muchachos tendrán que caminar unos
kilómetros, pero… es así: sacrificio, trabajo… El pueblo está lindísimo; ayer
llegaron a la Argentina los hermanos de Barge, Italia.
-¿Hermanamiento Barge-Freyre, abuela?
-Sí, son hermanos y parientes; llegaron a la
estación… en tren. Los alojaremos unos días. Si les gusta el pueblo tal vez se
queden. En este lugar sobra el trabajo. ¡Mirá el abuelo!, ya tempranito con su
caballo y el arado trabaja la tierra. ¡Pronto veremos el sorgo!
-¿Qué fiesta se hará? ¿Fiesta Nacional del Sorgo?
-¡¡La cosecha será una fiesta!! Nos reuniremos en
casa la familia y los peones; ellos también merecen el agasajo. ¡Gracias al
buen Dios que nos dio lluvia este año! ¡Ah!, también asistimos a las novenas de
las capillas rurales que se levantaron con sacrificio y como símbolo de gratitud.
¡siempre pido que mis muchachos no se vayan de este pequeño pueblo de
trescientos o cuatrocientos habitantes; no sé cuántos contó el abuelo.
-Pero, abuela, somos más de siete mil habitantes.
-¡Ah! El abuelo no sabe contar hasta siete mil. Él,
allá en Italia no pudo asistir a la escuela porque había guerra. Pero aprendió
a trabajar la tierra y vino a “hacer la América”; así llegó y se instaló en
esta colonia.
-No, abuela, ya no es colonia, sino pueblo y pronto
será ciudad.
-¡Ciudad! ¡Ah, nena, qué ocurrencias… Ciudad es
Córdoba, Buenos Aires, pero Freyre…
Freyre antes y ahora… |
-¡Abuela, siento olor a quemado!
-¡Ah, nena, se me quemó otra vez el dulce de leche!
¡Oh!... Mis años me tienen mal…
-Abuela, si ahora tenemos el mejor dulce de leche,
medalla de oro de Manfrey.
-¡Oh, nena, si me entretenés sacaré el pan tostado y
el dulce de leche consumido. Eso al abuelo no le agrada… ¡Pobre el abuelo! Hoy
estuvo todo el día en el campo; ordeñó la vaca, cortó leña, ordenó los
caballos… ¡Todo un día de mucho trabajo!!!
-¡Ah…, abuela, si el abuelo está en su mecedora
desde el comienzo del día! Y… no me contaste; bueno, me la debés porque ahora
tengo que ir a gimnasia, computación…
-¡Ah, nena, no le agregues trabajo a la abuela
porque con todo lo que tengo que hacer ya no me alcanza el tiempo.
-Bueno, mañana me seguís contando como comenzó este
pueblo.
-¡Ah, no, nena! Si te cuento descubrirás mi edad y
despertaremos al abuelo que tal vez esté soñando sus “años de mozo”. ¡Sí que
era lindo el abuelo! Si no me creés andá al museo Bernardo Iturraspe; mirá las
fotos. ¡Está tal cual! ¡¡¡Qué tiempos aquellos!!! No teníamos canas como
ustedes ya tienen a esta edad.
-¡No, abuela, son mechitas!
-Ni computadora, ¡qué fácil ahora! Antes lo teníamos
memorizado guardado en la cabeza. No teníamos tanto; pero, ¡sí que nos
acordábamos de todo! ¡¡¡Qué tiempo aquellos!!! De tanto en tanto regreso al
pasado un ratito cuando una nieta curiosa pregunta lo que ya casi no recuerdo.
¡Se despertó el abuelo! Es la hora del té y el paseo en la plaza Manuel
Belgrano, ¡¡donde nos dimos el primer beso con el abuelo!!
-¡¡Abuela, abuela, no tenés cura!!
-¡Sí, Calóggero Papa o Gustavo!! ¡¡Ay de mi memoria!!
Inés Lorenzatti junto a Pietro Maranzana y familia |
Mi maleta llena de recuerdos
Mi maleta llena
de recuerdos: Unas cuantas fotos, cartas de despedidas, documentos y unos
cuantos papeles más, pero esas pocas cosas estaban llenas de recuerdos. El
pasado que dejaba atrás, el lugar y las personas que tal vez nunca más
volverían a ver, la inocencia de mis años, me daban el impulso necesario para
emprender el viaje. El océano ese mar inmenso fue horizonte por meses, en el
trayecto pasaron por mi mente; mis padres, amigos y parientes, repiqueteaban
sus nombres en noches de insomnio, premeditando que vendrían tiempos difíciles
y tendría que empezar una nueva vida. Mi maleta llena de recuerdos. Traían
conmigo muchísimas cosas de mía Italia natal,
sabiendo de antemano que en ellas me refugiaría cuando me abatiría el
cansancio y el dolor. Por eso, por todo eso es que conservo conmigo “Mi maleta llena
de recuerdos”.
Ismelda Cardo de Maranzana
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