domingo, 28 de abril de 2013

Historias de Inmigrantes


Detrás de los Afectos

Por Silvana Mandrille*

     Descorro el velo de los años y asoman días de inocente infancia, de asombro por las pequeñas cosas. Un tiempo con ángel de la guarda. Una vida que era abrigo tibio, camino ancho y llano, horizonte alcanzable, jardín de flores perennes…

         Hoy pasé por una plaza y un chiquillo me pidió que lo hamacara, bien alto -me dijo- que quiero tocar el cielo. Bendito niño -pensé- que ni se le ocurre  medir la distancia que lo separa del cielo y sólo percibe el azul profundo que lo inunda. Se reía, mientras gritaba… ¡Lo toco! ¡Lo toco! Y yo celebraba con él, el regreso del antiguo ángel guardián de la infancia.
         Al recuperar al ángel, recobro a la niña olvidada. Entonces, por un momento, la dura batalla de vivir deja de embarullarme y los ojos que siempre estuvieron vueltos hacia afuera miran el alma. Redescubren la ternura de unos abuelos que me hicieron más linda la infancia. Intuyo que soy más feliz por haber disfrutado de ellos, cuya presencia fue muy importante para el ser que iba creciendo dentro mío.
         Mis  abuelos paternos me prodigaban todo el amor que tenían, sin guardarse nada. Yo, en mi inocencia, los veía felices y sentía que siempre lo habían sido. Pero un día conocí la historia de mi abuelo… Un hombre que cuando joven llegó de la vieja Italia, escapando del horror de la guerra. Argentina lo recibió, nueva y progresista. Económicamente le dio la posibilidad de un buen pasar y junto a la abuela criaron a cinco hijos, entre ellos mi padre. Una familia que le permitió renacer, empezar de nuevo, reconstruir su vida. Sin embargo, a veces creo que todo no fue suficiente para hacerle olvidar el estupor de los campos de concentración. Seguramente, por las noches en la soledad del sueño y la pesadilla, resucitaban en su memoria las imágenes de la deflagración, los gritos, los muertos y los heridos; las víctimas y, entre estas, se habrá percibido a sí mismo con sentimientos encontrados: como un hombre de suerte porque sobrevivió, como un tirano porque mató, como un cobarde porque huyó… Siempre  se expresaba poco, como si la huella del desapego o de ser ajeno a  lo que sucedía alrededor  tiñera su vida cotidiana. Supongo que las representaciones del pasado interferían en la manifestación de sus afectos, y en esa existencia solitaria y algo distante que llevaba habrá encontrado la mejor manera de preservarse y no enloquecer.
         Cuando crecí y pude elaborar esta historia dolorosa me pregunté si habrá podido superar el destierro de su patria, la tristeza de no haber visto nunca  más a sus padres y hermanos, el fantasma de la guerra, aquel pasado de miseria y hambre, el momento crucial de decidir su destino…En fin, me hubiera gustado sacar de su corazón “el sentir” que su familia vincular pudo llenar el vacío de un ayer tormentoso. Más la duda me acompañará siempre porque la empatía me permitió ponerme en sus zapatos y percibir su pena.
Detrás de los afectos siempre me reencuentro con la niña que fui, y también con el ángel guardián que me cuidaba. Si bien dicen los psicólogos que en la primera infancia está la raíz de todos nuestros traumas, estos no se hacen realidad hasta que los analizamos desde nuestra mente adulta porque cuando niños todo estaba bien como era. Desde que se fue aquella niña que jugaba despreocupada, sin miedo, con gracia, siempre contenta… tengo la sensación de complicarlo todo, de haberme convertido en un ser serio y calculador, lleno de inseguridades y de previsiones. ¡Siento una gran nostalgia por la niña que fui!
          Recordando a mis queridos abuelos, a través de este relato, recupero la ingenuidad, la quietud de aquel tiempo que pasaba sin prisa, la esperanza y los sueños, los juegos que hoy ya no juegan los niños en las escuelas… Agradezco al chiquillo de la plaza que me pidió que lo hamacara. El me reveló que siempre tengo la oportunidad de acercarme al cielo, rescatando aquel pasado en compañía de abuelos.



*Cuento Ganador del Concurso Literario de la Comunidad Marchigiana de San Francisco "Acercando Distancias" - Año 2012

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