domingo, 9 de junio de 2013

Historias de Inmigrantes



La Capilla de la familia Ambroggio



Allá quedaba la patria amada, la tierra que los viera nacer y criarse en el seno de la familia unida y laboriosa. Los Ambroggio provenían de la provincia de Cuneo en la región del Piemonte. Allí dieron el adiós desgarrado a sus parientes. Ignacio Ambroggio nacido en 1845 y Catalina Seravalle, de 1852, contrajeron matrimonio en aquella tierra lejana. La Argentina los recibió a ellos y a sus cinco hijos: Alfredo, Bautista, Santiago, Guillermo y Teresa. ¿Por qué debieron despedirse tristemente de Bartolo e Inés, sus otros dos hijos, quienes quedaron en Italia en ese momento, para embarcarse un año después, en compañía de un tío? Porque los hermanitos padecían de cólera y las autoridades sanitarias italianas no les permitieron viajar. Doble dolor para emprender el viaje. En Argentina, provincia de Santa Fe, allá por 1856 con la fundación de Esperanza, el proceso inmigratorio fue sembrando extranjeros en esta tierra fértil y desolada. Si bien puede asegurarse que el antecesor inmediato de los primeros colonizadores fue el indio, a la llegada de las primeras familias a éstas colonias, ya no pueden establecerse datos de la presencia del mismo. En 1892, mediante la transferencia del dominio de la tierra que formaban la colonia “Ernesto García” a los Sres. Juan Stoesel y Alberto Hugentobler, la región recibió el nombre de este último: Colonia Hugentobler. Aquí, los Ambroggio vivieron unos años, primero en la Colonia Sunchales y luego compraron campo en Colonia Hugentobler, donde se radicaron para cumplir con su destino. La lucha era desigual, los inmigrantes contaban con pocos recursos para trabajar la tierra y arrancar de ellas frutos, y las calamidades de la naturaleza golpeaban sus fuerzas con frecuencia: lluvias excesivas, sequias interminables, las temidas langostas que se comían todo… Sin embargo el espíritu de los abuelos se sobreponía a cada dificultad. Los embargaba el deseo de lograr un bienestar que en sus tierras de origen se les había negado y los había impulsado a buscar nuevos horizontes para ellos y las generaciones que vendrían. La necesidad espiritual de contar en las cercanías con un lugar dedicado a la oración hizo que el abuelo Ignacio pensara en construir una capilla y así lo hizo en el 1900. La colocó bajo la protección de San Ignacio de Loyola, seguramente porque de allí provenía su nombre. Más tarde se construyó un galpón al lado de la misma donde los niños iban a aprender, simiente de la actual escuela Nº 626 llamada comúnmente “Campo Ambroggio” y que continúa convocando y educando a los niños de la Colonia. Hoy, más de cien años después, la capilla San Ignacio de Loyola, continua erguida y majestuosa en el medio del campo Ambroggio.


La Familia Ambroggio posa frente a la Capilla San Ignacio de Loyola construída por Ignacio Ambroggio en 1900

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