Coloquio en la
melancolía
Cuando
todo era incierto
y
el macabro fantasma de la guerra
se
paseaba por las calles sin mordaza,
tú
eras el pan duro,
yo
la semilla sin labranza;
tú,
la urgente canción del desamparo,
yo,
la otra orilla de los sueños.
La
historia era muy sencilla,
ponerle
rumbo al desaliento
y
emigrar del fuego, como los pájaros.
Pero
el futuro era un remoto puente
temblando
en la niebla del destino.
Así,
el mañana jugaba su carta
entre
legiones de segunda clase:
Una
maleta, cuatro prendas
y
un mar entre paréntesis delante.
No
cabían dudas. Era apenas un viaje
irracional,
tan sin regreso, tan para siempre
en
la irremediable estela de la misericordia.
Y
así fuimos por la incógnita del tiempo,
tú,
con rastro de ruinas y miseria,
yo,
con la matriz fecunda de una madre;
tú,
gaviota hosca sin un nido,
yo,
con mi retumbo de caja en las entrañas.
Ahora,
que los años dejaron su liturgia,
tú
cambiaste azar por horizonte:
Ya
no es tu piel la piel del desamparo,
ni
llevas en secreto, tu nombre clandestino.
Porque
yo soy tú y tú eres yo en la misma lengua,
inclinados
ambos, ante el paño verde de la pampa.
Somos
uno, bajo el mismo cielo,
con
el fruto de los hijos en los brazos.
La
tierra nos observa, el recuerdo nos reclama
y
el cuenco melancólico de los ojos
se
conmueve ante las voces de una zamba.
*Poesía
Ganadora del Concurso Literario “Acercando Distancias” organizado por la
Comunidad Marchigiana de San Francisco – Año 2012
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