Por el Prof. Carlos Montiel
Soy un “diletante”, con oficio en
la actividad y también amigo del hacedor, así que me comprenden las “generales
de la ley”… Procuraré entonces reseñar el vaso lleno.
No es la familia Von Trapp, pero
nuestros Anselmi tienen lo suyo. Por años ha sido grato verlos crecer en sus
diferentes facetas musicales. Sumar es una de sus bondades, diversos coreutas
comparten el pan pentagramado, aspiran a que de verdad el canto los haga
camaradas, en democrática ofrenda.
Ha sido estimulante apreciar la
superación y supervivencia de un grupo vocacional, alejado del solcito oficial.
¿Tendrá que ver el ADN? Los emigrantes de ayer alzaban sus voces evocando la
patria “lontana”, rasgo espiritual
de mayorías, paréntesis en el duro batallar, con el sudor
fertilizando la nueva tierra.
Otro acierto fue incorporar, en
voces, al Conservatorio Provincial local. Igualmente, que Luciana Trangoni y
Carlos Beltramo, en teclados y clarinete, se adicionaran a las santafesinas
cuerdas del “Arsis Arcus”, que sonaron ajustadas y solventes.
Creo elogiable que los
repertorios aborden música clásica. Lo popular tiene mil formas de manifestación
y difusión. Es la que superó falsos diques: géneros, estilos, tiempos, idiomas,
nacionalismos mal entendidos. El patrimonio de la humanidad.
Es ponderable crear el hábito del
público hacia el espectáculo en vivo, con todos sus avatares. Nunca sonará como
el envasado, pero tiene otro sabor.
¡Bravo! por la institución que
sostiene y alienta iniciativas de este tipo, se necesitan imitadores que
incentiven la belleza del canto colectivo.
¡Albricias! por la abigarrada
concurrencia, que acompañó a los organizadores-cantantes. Siempre a pulmón se
atienden mil detalles hasta minutos antes y sortean otros tantos imprevistos,
además, es un clásico que ensayos de
conciertos pasen al desconcierto. Estar ¡in bocca al lupo!
todo lo disipa.
Fue generosa la respuesta de la
platea a un programa asequible, los aplausos acarician y recompensan.
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